Maximiliano Sacristán (Desfase 05).
En un universo alternativo pero no improbable, Pablo Iglesias vive en una cabaña de troncos a las afueras de la ciudad, mientras la colada de sus 9 gayumbos recién lavados —todos con sus respectivos nombres— se mece al viento en el tendedero del jardín.
De improviso, surge una unidad móvil de reporteros. Con ellos no sólo usará sus proverbiales
dotes de persuasión sino también la Smith & Wesson que guarda tras una viga del techo.
Frenético y onírico relato entre el absurdo y la parábola con toques de wenstern.
Una mirada de la extraña situación política de España desde la óptica transatlántica.
Maximiliano Sacristán
1974, Buenos Aires.
Estudió periodismo y letras. Ha publicado a la fecha tres libros en ediciones independientes (haikus, cuento breve y diario literario). Ha colaborado con los medios de prensa locales a través de reseñas, artículos de crítica cultural y realidad política. También se desempeñó como asesor de redacción en diversas empresas.
Gayumbo empieza por gay
Maximiliano Sacristán
Edición eBook
ISBN: 978-84-946139-2-0 (epub)
Fragmento:
—No hay nadie más facha que mi padre pero parece que últimamente le gusta Pablo Iglesias.
—¿Qué dices? ¿Tu padre? ¿Pero cómo le va a gustar Pablo Iglesias a tu padre?
Nacho no se lo podía creer. Hacía unos cuantos años que salía con Bea y conocía bastante bien a su progenitor, don Francisco García-Mondéjar. Pocas personas podía haber en Madrid que fueran más de derechas que don Francisco. Millán-Astray a su lado era un izquierdista bolivariano.
—Que sí. El otro día estábamos viendo el telediario, “el parte” que dice él, y salió Pablo Iglesias hablando de la casta. Mi madre y yo ya nos estábamos preparando para la retahíla de insultos que suelta cada vez que lo ve.
—Lo he visto alguna vez, sí. Ciertamente un espectáculo.
—Pues esta vez no. Dijo un escueto “en eso tiene razón el chaval”. Y siguió comiendo la sopa como si nada.
—Increíble.
—Aún hay esperanza para mi padre. Es fantástico, ¿no crees? —preguntó Bea ilusionada.
Nacho asintió con la cabeza, pero estaba mintiendo. La idea no le parecía tan maravillosa como a ella. Hasta el momento, Pablo Iglesias era la persona más odiada por el padre de Bea. Si dejaba de serlo, el que ocupaba el número dos en el ranking de odio pasaría a ir en cabeza. Y ese era él: Nacho, el novio nunca deseado de su hija, el desarrapado perdedor que nunca llegaría a nada, el hijo de una familia pobre de Aluche, el reponedor del Alcampo sin cerebro ni dinero para poder siquiera estudiar una carrera, el don nadie. Encabezar la lista de odio de su suegro no le hacía ninguna gracia. Prefería que Pablo Iglesias siguiera ostentando el título de campeón